En medio del Pacífico, al este de Japón y al oeste
de las Islas Hawai, existe un colosal monumento dedicado al consumo desaforado.
Son 3,5 millones de toneladas de desechos compuestos en su mayoría de tapones
de plástico, juguetes, zapatos, mecheros, cepillos de dientes, pañales, bolsas
de plástico y todo tipo de enseres de las cuatro esquinas del mundo. El Gran Parche del Pacífico, una enorme sopa de basura plástica, flota en la inmensidad del océano dejando su rastro en la vida marina. Como si fuera un iceberg, bajo su superficie, la plataforma
tiene también una parte oculta en forma de desperdicio de recursos y materiales.
Lo pavoroso es que este Gran Parche no va a dejar de
crecer. Según Annie Leonard, creadora de The Story of Stuff, tan sólo el 1% de lo que compramos se queda entre nosotros.
Es decir, el 99% de nuestras cosas acaba en la basura en una media de seis
meses, y probablemente acabará engrosando las distintas sopas de plástico del planeta. No parece una realidad muy sostenible, aunque pocos se atrevan a romper la cadena tóxica de la acumulación. Los primeros en reaccionar han sido los responsables de Muji, la
empresa japonesa de diseño, con una estrategia original: potenciar la emoción
entre los objetos y sus usuarios. Algo así como una humanización de las cosas, otorgándoles
un valor que les haga únicas para cada uno de nosotros.
La tendencia ha llamado la atención del Design Museum de Londres, responsable de la muestra Product fitness 80. El concepto de la exposición es claro: reduciendo el 20% del
consumo de los objetos, comprando sólo lo realmente necesario, con un diseño
escueto, amable y perdurable, accedemos a un estado mental y físico de
bienestar. Seguramente es una nueva formulación del “menos es más” minimal, con
un aviso para navegantes: la sociedad de consumo puede consumirnos. Pero no
vamos a recrearnos en mensajes apocalípticos. Los expertos de Muji creen que
podremos escapar del híper-consumo a través de una educación que nos enseñe a
buscar lo esencial con alegría. Desde Japón, un año después de la catástrofe de
Fukushima, una ola de felicidad austera se acerca a las costas de la vieja
Europa. Ojalá remonte hasta el Pacífico.
PD. Este post sabe mejor con las "Vacaciones en el mar" del Sr. Chinarro.
PD. Este post sabe mejor con las "Vacaciones en el mar" del Sr. Chinarro.
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